El yacimiento de Los Villaricos, ubicado junto a la carretera del Pantano de la Cierva en Mula, es uno de los principales ejemplos de asentamiento romano en zonas rurales tras la conquista de la Península Ibérica y aspira a ser referente nacional del turismo arqueológico. Estas antiguas viviendas, conocidas como villae, eran espacios unifamiliares en los que se realizaban tareas de explotación, transformación y almacenamiento de productos agropecuarios.
La villa romana de Los Villaricos, cuya actividad se desarrolló entre los siglos I y V dC, consta de dos partes: el área residencial y el área de trabajo. La primera, excavada y museizada en un 80%, incluye una zona termal y espacios domésticos en torno a un patio central. La segunda tiene una almazara destinada a la elaboración de aceite o vino.
Además, no acaba ahí la funcionalidad de la villa, que tuvo una segunda vida cuando ésta fue abandonada y se convirtió en un lugar de culto, con la transformación de una de las grandes salas del asentamiento en una basílica. Junto al edificio se han documentado unos cincuenta enterramientos, vinculados a la población residual establecida en la zona.
500 años de villa romana
Al ser entendida la villa básicamente como una casa de labor, al principio los propietarios sólo visitaban Los Villaricos en momentos de gran actividad. Sin embargo, a partir del siglo tercero la villae se convertirá en la residencia definitiva de los dueños, provocando cambios en la urbanización.
La villa se dividió en dos zonas. Una, llamada pars urbana, era la zona noble, donde residían el señor, su familia, huéspedes y parte del servicio. El otro espacio, llamado pars rustica, estaba destinado a la mano de obra esclava, bestias y aperos para las labores agrícola y también incluye el lugar donde tenía lugar la elaboración, conservación y almacenaje de la producción agrícola.
Por otra lado, gracias a las campañas de excavación realizadas, se sabe de la existencia de elementos decorativos característicos de estos establecimientos, como mosaicos, pinturas, mármoles…
En Los Villaricos se pueden apreciar las remodelaciones y transformaciones del espacio durante sus cinco siglos de existencia. Además, ha quedado constatada una fase posterior, en la que se reutilizó uno de los edificios para el culto religioso y un improvisado cementerio.
Área termal
Ante la imposibilidad de realizar el habitual baño diario en los establecimientos termales de las ciudades, ya desde el siglo I y II se generalizó la presencia de baños (balnea) en los asentamientos rurales de toda la península.
El edificio termal de Los Villaricos presenta una disposición en dos bloques correspondientes al área destinada a los baños fríos, que se encuentra al Norte, y a las estancias calefactadas y sus dependencias de servicio, al Sur y Poniente. Los hispanorromanos alternaban el frigidarium (baño de agua fría), tepidarium (templado) y caldarium (baño caliente).
La Almazara
El impresionante torcularium de Los Villaricos es la almazara excavada más grande de España y evidencia la importancia que tenía la producción y comercialización del aceite para su consumo local en los asentamientos rurales.
Las dimensiones y estructuración de los procesos de transformación y elaboración del aceite revelan que buena parte de la actividad de la villa giraba alrededor de este producto. Hay una sucesión de salas destinadas al prensado, balsas para la decantación del aceite y un gran lacus o depósito, todas ellas realizadas en opus caementicium y recubiertas de mortero hidráulico de color rojo. En el extremo oriental de la almazara se encuentra una gran nave destinada al almacenaje.
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